lunes, 5 de septiembre de 2011

EL JUDIO ETERNO (1940)

Título original: Der ewige jude
Origen: Alemania. Duración: 65 min.
Blanco y negro. Idioma: alemán. Subtitulado en inglés y español


Dirección: Fritz Hippler
Guión: Eberhard Taubert


"Documental" que muestra a los judíos como unos seres infrahumanos, sucios, vagos, avariciosos, amorales, corruptos y que planean dominar el mundo. Se nos explican sus "costumbres y usos degenerados" y cómo se han extendido por Europa para llevar a cabo sus planes de acabar con la civilización occidental. Se les compara a una plaga de ratas que transmiten enfermedades. Y ¿qué se hace con un plaga de ratas para evitar la propagación de la enfermedad? La respuesta es evidente: exterminarlas. Pues esa es la conclusión final a la que llega este "documental", que acaba con un discurso de Hitler evidenciando la necesidad de acabar con esa "raza infecta".

Este film fue producido directamente por el Departamento de Propaganda del Partido Nazi, esta vez sin utilizar ninguna productora como tapadera, y las tareas de dirección y guionista las ejercieron dos fieles servidores de la causa.
Al presentarse no como una ficción reconstruida al estilo de
 Die Rothschilds o Jud Süß sino como un reportaje tomado de la realidad, el potencial propagandístico de este film es muy superior al de los anteriores: judíos famosos que aparecen asociados a conductas reprobables (de Einstein a Chaplin pasando por casi todos los políticos de la República de Weimar); fragmentos de películas sacados de su contexto, como la ya citada Casa de Rothschild; planos de agresiva simbología como los de las ratas de alcantarilla y los encadenados que empalman la auténtica cara de los judíos con la que muestran en la sociedad “civilizada” (sin barba, trenza, kipá ni caftán). Lo que el narrador no acierta a explicar demasiado bien es el mágico mecanismo por el que los untermenschen del principio, que malviven en unas condiciones de pobreza y suciedad extremas, han podido convertirse en intelectuales, políticos, industriales de alto nivel económico, pero no se puede pedir raciocinio a un discurso marcado por la irracionalidad más absoluta y que solo busca provocar la náusea en el espectador. El clímax de repugnancia viene dado por la filmación sin truco de un auténtico ritual de carnicería kosher (shehitah), en la que el matarife desangra una ternera. Por su innegable crudeza, esta escena encontró oposición en algunos medios, por lo que se decidió hacer una versión especial sin ella a fin de que pudiera ser vista por mujeres y niños; de esta manera, en el UFA-Palast am Zoo se hacían dos versiones: a las 4 la versiónlight y a las 6.30 la íntegra.   
A pesar del esfuerzo promocional y del innegable poder de convicción de las imágenes, la reacción del público fue muy poco entusiasta, por no decir totalmente negativa, y se tuvo que reducir su explotación a circuitos no comerciales.
 Der Ewige Jude fue, sin duda, uno de los grandes fracasos de la propaganda nazi y cerró el ciclo de películas antisemitas.

(Rafael de España:
 El cine de Goebbels, Ed. Ariel, Barcelona, 2000, págs. 104-105)

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